#28: Casi muere mi amigo por alergias
Una anécdota personal y cómo se relaciona con nuestra responsabilidad de hablar.
¡Gracias por estar aquí!
Siempre que me leas quiero que interiorices esto:
Lo que ofrezco en este post:
Una anécdota (ahora) divertida sobre el peligro de las alergias.
La responsabilidad que tenemos de hablar al resto para evitar “desgracias”.
Un sandwich sin cangrejo
Me acuerdo como si fuera ayer.
Septiembre del 2008. Empezaba la carrera de ingeniería. Campus nuevo, vida nueva, relaciones nuevas, todo a estrenar. Y con ello la presión del primer día de “encontrar” amistades.
Esas personas con las que compartas todo el viaje de la universidad. Desde el día uno, hasta la graduación y quizás, quien sabe, también el primer trabajo y un futuro compartido.
Una de esas personas fue mi amigo José Antonio. Lo conocí e inmediatamente conectamos. Dos personalidades distintas pero increíblemente complementarias para sacar una carrera de ingeniería.
Yo: Hola, soy Mario, de dónde eres?
José: De Alcorcón, cerca de la renfe Las Retamas.
Yo: ¿Enserio? Yo estuve años jugando al voleibol en un colegio que se llama Amanecer.
José: Lo conozco, algunos amigos fueron ahí. Oye, tengo hambre, ¿te apetece ir a por un sándwich a la máquina?
Yo: Si y ya de paso un café.
Cuando llegamos a la máquina fue cuando ocurrió. Se compró un sandwich vegetal. Yo un café. Empezamos la vuelta al aula. José abrió el sandwich. Dio un mordisco y se paró. De repente.
José: ¡Ostras! Este sandwich tiene cangrejo.
Yo: ¡¿Eres alérgico?!
Yo ya no sabía que hacer, empecé a mirar a los lados por si había alguien que supiera más que yo de reacciones alérgicas. Y fue cuando contestó:
José: No, pero como ponía “Vegetal”, no me lo esperaba. ¡Qué rico!
Qué susto. Pero con esa pequeña anécdota, se forjó una amistad que duraría años.
La responsabilidad de las alergias
Pienso mucho en esa historia y me hace gracia, es una anécdota divertida. Pero también creo que es una lección de vida muy importante.
¿Qué pasa si de verdad hubiera sido alérgico y ese sandwich vegetal nos hubiera causado un buen susto?
¿De quién sería la responsabilidad?
¿Lo tendría que poner más claro?
La respuesta a todas esas preguntas es sencilla. La responsabilidad hubiera sido completamente de mi amigo. El susto hubiera sido “su culpa” y no están en la obligación de ponerlo más claro (más allá de en los ingredientes, obvio).
Y si no lo compares te animo a que comentes, pero mi artículo va justo de ese patrón de pensamiento.
Ese un patrón de pensamiento que nos puede causar problemas. Porque “delegamos” una responsabilidad, que es únicamente nuestra, en terceros.
No terminamos de asumir nuestra condición y buscamos que otras personas rellenen ese hueco. Un hueco que no les corresponde llenar.
Es cierto que hay personas que si que intentan llenar esos huecos. Ayudan a otras personas con sus situaciones. Y ojalá que fueran más. Necesitamos ese tipo de personas que están dispuestas a ayudar al prójimo, por el simple hecho de amar al prójimo.
Pero no lo son todos y no puedes depender de que lo hagan y echar balones fuera.
Desde mi punto de vista es sencillo:
¿Quién tiene la alergia? o en otras palabras ¿quién tiene la “condición”?
¿De quién es entonces responsabilidad de que dicha condición no se convierta en un problema?
Si está dentro de tu ámbito de responsabilidad, es responsabilidad tuya. Si pasa algo porque no hiciste tu parte, es culpa tuya.
Por qué te cuento esto
Hace poco hablando con un amigo, se quejaba de todo lo que estaba dando en el trabajo.
Estoy echando horas…
No desconecto, en cuanto tengo 5 minutos me pongo a planificar el siguiente día…
Son frases que repetía.
Fue entonces cuando le pregunté:
¿Quién es consciente del sobreesfuerzo que estás haciendo?
Se quedó en blanco. Como si la pregunta no tuviera sentido. Como si no fuera su responsabilidad hacer visible su situación. Como si esperara que “el mundo” mirara en su bola de cristal y adivinara que esa situación era anómala. Que “era obvio” que aunque lo hiciera “con gusto”, estaba dando más de lo que debía.
Le pregunté por su familia, por su jefe, por sus amigos, por todos. Nadie lo sabía.
La siguientes preguntas fueron un poco más desafiantes:
¿Qué crees que pasará cuando no quieras seguir ese ritmo? ¿Y qué pasa en tu entorno actual mientras lo haces?
Se puso inmediatamente a la defensiva. Como si el mundo tuviera que deducirlo. Como si un sandwich vegetal tuviera que tener un letrero en grande (además de los ingredientes) que dijera: TIENE CANGREJO.
Hombre Mario, no son tontos. Se ve que estoy echando horas. Se ve por qué lo estoy haciendo. Es obvio.
Me quedé mirándolo. Mi mirada cuestionaba esas frases: se ve, es obvio,…
La gente no es responsable de saber las cosas que tú quieres que sepan a no ser que lo tú se lo digas.
Es un error muy común y que nos lleva muchas veces a dañar nuestro entorno. Te pongo varios ejemplos:
Un padre orgulloso de su hijo
Ves a tu hijo jugar un partido. Ves que está dando lo mejor de él. Pierde. Vais de camino de vuelta en el coche. Sin hablar. Cuando decís algo es una queja del árbitro, de la mala suerte, de circunstancias ajenas. Pero no dices lo más importante en alto. No llegas a verbalizar que estás orgulloso de lo que ha dado en el campo, del esfuerzo que está haciendo, de que lo quieres. “Lo sabe”, racionalizas buscando una excusa.
Una mujer dándolo todo por su familia
Vuelve a casa. Ya es la hora de cenar. Has preparado la cena, los niños están en la cama y esperas a tu mujer para cenar juntos. Te dice que está cansada, que ha sido un día duro. Tú la escuchas, sabes lo duro que está siendo está temporada para ella malabareando tantos proyectos y responsabilidades. Hablais de la última serie que estáis viendo. Pero no dices lo importante. No verbalizas en alto el reconocimiento que se merece. No llegas a decirle que estás agradecido de todo lo que está dando por la familia, que lo ves y lo aprecias. “Lo sabe”, racionalizas buscando una excusa.
Un marido sacrificando su tiempo para ir de compras
Llega el fin de semana. Propones el plan de ir de compras. Tu marido acepta y te apoya cargando los conjuntos y yendo a por los cambios de talla que necesitas. Incluso te trae alguna cosa más esperando sorprenderte. Le sonríes. Sabes que normalmente no le gustan ese tipo de planes. Pero pasáis un día estupendo los dos juntos. De regreso a casa, lo piensas, pero no lo dices. Reflexionas sobre cuánto aprecias que te apoye cuando vais de compras. Le vuelves a sonreír, pero no lo verbalizas en alto. No le agradeces ese apoyo, no le transparentas que “ves” que no sería su plan ideal pero que aún así viene porque le importas. “Lo sabe”, racionalizas buscando una excusa.
Reflexiona conmigo: el espejo de tu acción
1. ¿Quién te ha venido a la mente mientras leías esto y por qué?
2. ¿Qué vas a hacer a partir de ahora con esa persona?
3. ¿Cuándo fue la última vez que dijiste a alguien cercano que le importabas y cuándo vas a hacerlo de nuevo?
4. ¿Cómo sueles racionalizar y buscar excusas para no verbalizar algo positivo?
5. ¿Cómo de diferente pueden ser tus relaciones si expresas lo positivo en voz alta?
Nunca es demasiado tarde para empezar. Puede que cueste un poco, pero con estas preguntas te invito a dar ese primer paso y ver qué sensaciones nacen. Como leí una vez.
Elige a una persona que aprecies y dile te quiero hasta que no suene raro. Pasa a la siguiente.
Piensa en alguien adicional que puede beneficiarse de esto
Puede que tú seas de los que lo expresan constantemente, pero no lo recibes tanto como te gustaría. La comunicación es cosa de dos, ¿por qué no lo compartes con esa persona que estás pensando?
Invierte en las personas que te importan.
Gracias por invertir en ti
Pienso en todos, familia, amistades y colaboradores. Que necesario… puf,!
Qué importante decir lo que sentimos y lo que pensamos a las personas que queremos.
Me vino a la mente mi papá, y estoy muy feliz de haberle dicho todo lo que sentía antes de morir. Es un regalo que no muchos tienen.